La Niña Barro nos traslada a ese interior escondido que todos tenemos y que nos hace cuestionar si, realmente, somos monstruos sociales o es la sociedad la que nos transforma. Envuelta en una placenta, como un cordero al que le cuesta mantener el equilibrio nada más nacer, reconoce sus esencias más vitales y es feliz de encontrarse. No se cuestiona nada, no entiende sobre juicios de valor, camina a pasos tranquilos, hasta que algo del exterior hace que todo cambie.
Tras diez años desde su estreno, revisamos el concepto de esta pieza que sigue acompañándonos allá donde vamos. Porque aquello que es pensamiento, identidad o espejo continúa manifestándose, devolviéndonos una mirada que continúa siendo tenue.
Al igual que la niña barro, la actriz que le da vida modificó su cuerpo en un proceso de transformación lento, largo y sacrificado. Partimos, ahora, de esta transformación y reflexionamos sobre los diferentes significados que dialogan en torno al enfrentamiento hacia uno mismo, sobre una sociedad que sigue poniendo resistencia y juzgando a cada individuo y cada ser; poner en valor la importancia de una decisión, soñar con la metamorfosis, cuestionar los dictámenes.
Y, sobre todo, seguimos despiertas observando esta sociedad que se empeña en cortar las alas que nos permiten evolucionar y acercarnos a lo que verdaderamente significa ser libre y humano.
Recomendada para mayores de 13 años